27/10/10

XIV CONCURSO NACIONAL DE T'ANTA WAWAS


T’ANTA WAWAS

El Museo Nacional de la Cultura Peruana, con la colaboración de la Municipalidad Distrital de Santiago de Surco, convoca a la comunidad al XIV Concurso Nacional de T’anta wawas con motivo de la celebración del Día de Todos los Santos y del Día de los Difuntos.



La relación entre vida y muerte es intrínseca en la cultura andina, en la que se ofrendan alimentos a los ancestros para recibir su protección. Hoy, las T’anta wawas son parte de esa religiosidad tradicional popular, pues permiten mantener las relaciones de reciprocidad y veneración con los que partieron; y de compadrazgo, amistad y alegría festiva entre los que están vivos.

Las T’anta wawas son panes o bizcochos que representan figuras de bebés, llamas, palomas u otras formas. Se elaborarán también para Carnavales, Semana Santa y diversas fiestas patronales. Su origen como pan de trigo con otros ingredientes es español, pero es posible que también provenga del sagrado zancu de maíz de los incas.

El concurso tiene la finalidad de difundir las T’antas wawas como parte de las tradiciones gastronómicas y artísticas populares, ampliar los conocimientos sobre ellas, promover el intercambio de conocimientos entre los artesanos de las diferentes regiones del país, e incentivar su continuidad y consumo entre los peruanos como expresión de nuestra identidad cultural.

Lugar y hora del concurso
Plaza Mayor de Santiago de Surco, Lima, Perú.
1º de noviembre de 2010, a partir de las 10:00 de la mañana.

Organizadores
Ministerio de Cultura
Museo Nacional de la Cultura Peruana
Municipalidad Distrital de Santiago de Surco


Fuente: XIV Concurso Nacional de T’anta wawas. Tríptico. Ministerio de Cultura. Lima, 2010.

7/10/10

Cruces de camino

Chincha: por la ruta de las cruces


A las siete de la mañana del 11 de abril nos reunimos en el estacionamiento para partir a Chincha. Walter Hupiú revisaba sus cámaras fotográficas; nuestra guía era el libro Las cruces de Chincha, de Francisco Iriarte Brenner, publicado en 1974. Sólo disponíamos de un día y aun con la camioneta del Instituto Nacional de Cultura sabíamos que no cubriríamos las 30 cruces registradas. ¿Qué cambios encontraríamos entre el texto de Iriarte y nuestra fugaz visita? Habían pasado 33 años.

Ya en el distrito de Grocio Prado nos desviamos de la panamericana Sur y subimos por una trocha carrozable. Encontramos galpones de aves sin uso y -en medio de la pampa- tres urnas modernas con sus cruces, semejantes a las que hay en las carreteras para indicar un fatal accidente. Un lugareño nos contó el asesinato de una familia; el auto con los cadáveres fue encontrado allí, terrible suceso ocurrido en el 2000. Fue nuestro primer encuentro con las cruces chinchanas. Por la disposición de las urnas, la pampa desplegaba su enorme aridez en el anverso y al reverso la vastedad el mar. Así - vida y muerte- el chinchano se nutre de su entorno natural: feraces valles lindan con sedientos espacios y los caminos, que no alcanzan el agua y no están asfaltados, levantan su inútil polvareda. De cara a ese contradictorio paisaje, está el mar, aquel que se convierte en la mar de los pescadores artesanales, la Qochamama.

Avanzamos por la panamericana y, a la vera, vemos una cruz de camino; detrás, una capilla. Este lugar es conocido como Salto de la Liza. La peana de la cruz deletrea una dedicatoria:

1839 – 23 de julio – 1939
Recuerdo de las misiones efectuadas en Chincha Alta
por los padres misioneros de la V Orden Franciscana
conmemorando el centenario de la santa muerte del venerado
Fr. Ramón Rojas (Padre Guatemala)

Recordé que en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú tenemos una pequeña cruz de madera atribuida al Padre Guatemala . José Ramón de Jesús María yace hoy en la iglesia de la Merced de Ica y es tenido por personaje valioso en la difusión de la fe católica en el Perú. Francisco Iriarte señala que esta cruz es la más antigua de la zona por la fecha que consigna :

“Se atribuye su erección a obra de Fray Ramón Rojas, el famoso Padre Guatemala, que según la tradición habría vivido en una pequeña casita cercana, señalándose, en forma inequívoca que su construcción se remonta el 23 de julio de 1839. Al lado de la cruz que comentamos se ha construido una pequeña capilla con una imagen del mismo Padre Guatemala que tiene muchos devotos en la zona del distrito de Sunampe. La cruz es cuidada por una Cofradía y es mantenida siempre en estado bastante cuidado; recientemente, en el transcurso de 1973, ha sido objeto de un retoque habiéndose repintado tanto la capillita como la peana de la cruz con un color azul intenso que contrasta con el color grisáceo general de la cruz misma. Se trata, en consecuencia del crucifijo publico de más antiguo fechado comparable”

En la provincia de Chincha Alta hay registro de dos cruces, una en el cementerio y otra a la entrada del distrito de Pueblo Nuevo, por el estadio. En el estudio de Iriarte Brener hay una detallada descripción de treinta cruces, de las cuales sólo dos carecen de los símbolos de la Pasión: sol, luna, lanza, esponja, jarra, escalera, clavos, martillo, tenazas, gallo, dados, siglas INRI y SPQR, paño de la Verónica, corona de espinas, túnica, sudario, trompeta, balanza, espada, calavera y tibias, corazón, cáliz, escabel, soga, bolso de los denarios, columna trunca, látigo, rayo, segueta, guante o mano, paloma, libro, corona real, palma, cuerno, farola… Son íconos de preciso significado, sin embargo, no son colocados todos a la vez. Los cofrades a cargo de la cruz establecen las prioridades. Iriarte cruzó la información para cada uno de estos símbolos en las 30 cruces chinchanas. Estableció que sólo una de ellas llevaba 29 elementos: La Centinela.

Veintiún cruces llevan entre 16 y 29 símbolos. Hay dos cruces que no tienen elementos de la Pasión: la cruz de Portachuelo y la cruz del cerro Chinchaycamac; dato interesante porque ambas se hallan entre los 200 y 300 msnm y son -de las cruces estudias por Iriarte Brenner- las colocadas a mayor altura.

Los símbolos de mayor uso son: corazón (16), tibias (16), tenazas (18), trompeta (18), sudario (19), vestido o hábito (20), jarra (20), cáliz (21), bolsa con las 30 monedas (21), esponja (21), dados (21), luna (23), lanza (23), martillo (23), gallo (23), sol (24), escaleras (25), sigla INRI (25), Paño de la Verónica (25).

Los elementos de la pasión menos usados son el rayo, el cuerno, la palma, la segueta, la corona real, la paloma. Con más uso: la soga (9), el escabel (7), la calavera (9), la balanza (11), la columna (12), los clavos (12), la corona de espinas (13), el látigo (14), el guante o mano (14), la espada (15), sigla SPQR (15). Mientras observo el cuadro de cruces chinchanas y símbolos de la Pasión presentado por Iriarte deduzco una serie de hipótesis resultado del inventario y registro. No hay duda que cualquier investigación sobre cruces deberá tener como referencia este importante libro.

Nos dirigimos al Carmen, estamos en la disyuntiva de desviarnos a San José o a La Estrella de El Guayabo. Decidimos por la segunda opción. Nos perdemos de un caso especial: la cruz grande y la cruz chica de San José. Por los datos de Francisco Iriarte, ambas se hallan juntas, una delante de la otra. Hay 20 elementos de la Pasión en la cruz grande. La chica tiene 6 símbolos: sigla INRI, gallo, paño de la Verónica, sudario, tenazas, biblia.

Si la cruz grande tiene todos los elementos necesarios para los cofrades de San José. La pequeña ofrece los elementos esenciales: la burla de la sigla, el gallo que recuerda la cobardía, el paño de la compasión y afecto que materializa el rostro de Cristo, el sudario establece la humanidad de Cristo: su muerte y descendimiento. Finalmente, si el objeto que Iriarte Brenner, con duda, coloca como Biblia es cierto, confirma el verbo, la palabra.

Con la decisión tomada, nos dirigimos a La Estrella. Fue seleccionada porque de acuerdo a la información de Francisco Iriarte está sobre una huaca, junto a la capilla, dentro del poblado. También nos atrae la noticia que en la cruz está colocada la mano de Fátima. Hipótesis sumamente atractiva: Jesús fue golpeado con manoplas en el interrogatorio en el palacio de Caifás y este acontecimiento es graficado en la cruz de la Pasión por una mano, manopla o guantelete. Francisco Iriarte sostiene la interesante versión de que por influencia musulmana se introduce la mano de Fátima como uno más de esos símbolos en la cruz. La busca bibliográfica me llevó al relato La mano de Fátima, de Velázquez Cabrera. Un pasaje del cuento relata las peripecias del protagonista buscando esa mano en el Guayabo, Chincha; que finalmente no halló:

“El camino hace una curva pronunciada y allí, silueteada por el sol de mediodía, veo la cruz de camino en su torpe peana de cal. Sol, luna, gallo, lanza, escalera, clavos y martillo, tenaza y dados de madera pintarrajeada y, en los extremos del travesaño horizontal, lo que Iriarte sugería como ‘la mano de Fátima’: unas tablillas recortadas en forma de guante y suspendidas en actitud de susto. Casi podría decirse que en posición de bailar un festejo… Esta mano, con sus cinco dedos rectos hacia arriba, no puede ser la mano de Fátima… ¿Quién la había confundido? Alguien aleccionado por la facilidad de alguna enciclopedia había encontrado la mano fatiha, la mano ‘iniciadora’ que recuerda los cinco (hamza) pilares del Islam: el juicio final, la oración, la limosna, el ayuno, la peregrinación, y la había confundido con el hermoso llamador de hierro o bronce en las puertas de toda casa hospitalaria… Desilusionado, vuelvo a mi trabajo diario. Si tan siquiera hubiera visto la mano no danzante sino en un mohín de súplica… Dice Iriarte Brenner: “El guante, quizá una introducción de elementos de creencias mahometanas, si es que resultare ser interpretación de la mano de Fátima…” No. No es esta la mano que busco. Pero no puedo dejar de pensar en esta mano falsa que viene a imponer sus dogmas y a usurpar el sitio de la otra, la que pide hospedaje, la del mendrugo de pan y el abrigo del frío, la de aquel mal rincón y la almohada de piedra, la del vaso de agua en la mano, no en la cara…la del consuelo en la aflicción…”

La mano reportada por Francisco Iriarte había cambiado. El 2007, vimos dos manos en ambos extremos del stauros (patibulum), el madero horizontal, flanqueando el paño central de la Verónica, ya transformada en una expresiva talla en madera del rostro de Cristo, apoyada en el ensanchado extremo superior del stipes, madero vertical. Así, la posición de las manos y la cabeza desarrollan una estampa menos trágica.

En Lurinchicha, la cruz se halla en un montículo frente a una hermosa y extensa playa en la que desemboca un cauce del río Matagente. Las manos de la cruz corresponden a la prolongación del madero horizontal, provocando otra atmósfera diferente a la cruz de La Estrella. Para llegar a esta cruz lurinchinchana hay que subir un trecho y, ya en lo alto, aparece ella acogedora. La teología inconsciente de su piedad cotidiana pareciera destacar la horizontalidad del fraterno amor humano frente al vertical del amor a Dios.

Esta disposición de las manos que han dejado de ser manoplas de castigo cuenta cómo cada cofradía le encarga (quizás inconscientemente) nuevas funciones a sus cruces. En el arte tradicional observamos cómo se acentúa el cuerpo de Cristo, el guante deja de colocarse; imaginarios brazos extendidos se materializan en dos palmas sangrantes, como observamos en la obra de Leoncio Tineo y … Paucar, entre otros artistas populares.

En la Campaña 2006 del Programa Qhapaq Ñanan, Consuelo Rojas -reconstruyendo la ruta del Chinchaysuyu entre Vilcashuamán y Chincha Alta- verificó que el tramo principal de esta troncal nacida en Vilcashuamán atraviesa transversalmente los departamentos de Ayacucho, Huancavelica e Ica. Justamente el camino inca ingresa a Ica prácticamente debajo de la conocida ruta Los Libertadores. Tal yuxtaposición se bifurca después de pasar Humay: la carretera contemporánea se dirige a San Clemente, en Pisco, y el Qhapaq Ñan enrumba al noroeste. El viejo camino inca pasa por los poblados de Cabeza de Toro, San José, San Regis, Chamorro Bajo, Chacarilla, Verdun, Verdun Bajo, Buenos Aires, Bellavista, La Rivera, Las Magnolias, Sunampe, Paso de Gómez.

Estábamos en un vórtice de antiquísimos caminos: el Paso de Gómez., una gran cruz sobre una peana de tres pasos. Seguimos uno de sus tramos, nos conduce a Huaca Grande, sitio arqueológico rodeado de urbanizaciones, sobre lo más alto del sitio arqueológico hay una construcción actual que sirve de techo a la cruz; el espacio techado es suficientemente amplio como para cumplir alguna eventual ceremonia. Francisco Iriarte escribió sobre esta cruz:

“Situada sobre la cúspide del monumento arqueológico denominado Huaca Grande, en el distrito de Sunampe. Empleando adobes del edificio antiguo se ha construido la peana sobre la que se levanta la Cruz, habiéndose pintado la base de color blanco con cal, es cuidada por una Cofradía que la tiene en bastante buen estado de conservación. Presenta como características especiales un pequeña calavera sobre el aspa de las tibias, dos escaleras, la espada más parece un yatagán o un sable por la curvatura extrema de la hoja”

Continuamos el viaje y por un ancho camino sin asfaltar, aparece en toda su belleza la huaca La Centinela. Recordé el relato de José Escudero, joven chinchano, promotor del perro sin pelo y defensor de su acervo:

“La Fiesta del Madero se hace unos 40 años, más o menos. Se dice que anteriormente se realizaba y que los descendientes retomaron la fiesta y comenzó la costumbre de venerar la cruz. La comunidad la llama la fiesta del madero. Comienza con un rosario un día antes en la tarde, en la noche se encienden algunos florecentes evocando el día siguiente, el 3 de mayo. Hay una cofradía con su directiva, esta encargada de la organización: invitar a los miembros, contratar la banda musical, recorrer por los alrededores de las aproximadamente 20 casas, arreglar la cruz y el anda de la cruz pequeña con san Isidro el labrador: es el santo que preside, también conocido como el peoncito, patrono del campo, de la chacra. Cada quien le coloca un óbolo y se persigna ante él. Además en cada casa se coloca una cruz más pequeña, muy colorida que participa en la fiesta. Te da la sensación de cómo los antiguos chinchas veneraban a su dios tutelar chinchaycamac y todos compartiendo la fe en la cima; la gente en el recorrido comparte contigo alguna preparación de comida y te invita de la sangre que emerge de su tierra: la cachina, que es el jugo macerado de la uva. Todo termina en una fiesta hasta la noche”
En Chincha se celebra la fiesta en algunas cruces, con participación de la comunidad, en otras sólo se adornan. Sólo en La Centinela se realiza la fiesta en la huaca. El Instituto Nacional de Cultura ya no quiere que la gente suba porque causa deterioro pero es falso porque nosotros cuidamos la huaca durante todo el año, estamos atentos cuando vienen turistas. Es muy difícil erradicar la costumbre, nuestra devoción es fuerte; la gente es respetuosa de su patrimonio. Espero que podamos conversar con las autoridades al respecto porque la prohibición afecta nuestra cultura viva”
La Centinela forma parte de un entorno arqueológico importante. A lo lejos vemos otras huacas. Estamos cerca de la huaca El Cumbe, con su cruz en la cima, más allá, a la distancia, cerca al mar, vemos la cruz de la Huaca Alvarado. Hay trabajos arqueológicos que justamente han buscado en estos centros urbanos los indicios de los diez mil mercaderes, diez mil labradores y diez mil pescadores señalados en las crónicas investigadas por María Rostworowski:

“Según el interesante trabajo de Dorothy Menzel y de John Rowe (1966:67, 68), parece que el complejo arquitectural más grande e importante se encuentra agrupado alrededor de la ‘Huaca La Centinela’, junto con ‘La Cumbe’ y a la cercana ‘Huaca de Tambo de Mora’, hechos que sugieren un gobierno altamente centralizado. Los datos sobre la cerámica muestran la existencia de un tipo netamente chinchano, diferente al de Ica, y de los demás valles excepto por una parte colindante del valle de Pisco que, posiblemente, estuvo durante un tiempo subordinado al de Chincha. La concentración de las estructuras y cerámicas Inca alrededor de la Huaca La Centinela, indican que fue también el centro administrativo cuzqueño, cuando este valle entró en la órbita del dominio serrano. Concluyen Menzel y Rowe que Chincha gozó efectivamente de un corto período de poder local y de prestigio durante mediados del siglo XV, que lograron mantener durante el incario” (Etnía y Sociedad. IEP, 1977, pág. 108).

Este famoso estudio de Rostworowski obliga a lecturas arqueológicas, sé que el Instituto Andino de Estudios Arqueológicos investiga en esa zona influido por Dwight Wallace que, entre 1957 y 1959, realizó un reconocimiento del valle de Chincha. Un plano del proyecto Investigaciones arqueológicas en el valle de Chincha (1995-1996) del INDEA recopila 177 sitios del período Chincha-Inka. Centros urbanos principales y menores, complejos administrativos y sitios de ocupación se concentran en torno a los ríos Matagente y Chico: característico de Chincha es la red de acequias que modifica el paisaje del valle. Visto en el mapa del Instituto Geográfico Nacional se observa una densa malla de canales, acequias y reservorios.

La hora avanza y no queremos irnos de Chincha sin visitar la cruz del cerro Chinchaycamac. Avanzamos por la carretera, con Walter Hupiú hacemos un recuento de lo fotografiado: una cruz en la playa, Lurinchincha; la festiva, en el corazón del Guayabo, La Estrella; la ordenadora de espacio, la cruz de camino del Paso de Gómez; las de los caminantes, la que protege, la que indica un hito: la cruz del Padre Guatemala en Salto de la Liza, la de la Pampa de Larán y la otra camino a Grocio Prado; las ubicadas en los sitios arqueológicos: La Centinela, El Cumbe.

Por fotografiar las contiguas a los conglomerados urbanos habíamos pasado de largo las del interior de los poblados, salvo La Estrella del Guayabo. Justamente, la cruz del cerro Chinchaycamac era la última opción para cerrar el día y allí estaba. Delicada, esbelta, sin un solo símbolo de la Pasión, a lo lejos pareció una cruz emplumada. Iriarte la describe:

“Se encuentra en la cúspide del cerro Chinchaycamac, en el distrito del Alto de Larán y no lleva ningún elemento. Con motivo de la festividad de las Cruces se le adorna con listas de papel de color blanco. Es un madero simple sujetado con piedras rústicas. El cerro Chinchaycamac es la residencia del espíritu tutelar de los antiguos Chinchas, donde se manifestaba su oráculo. Un sector del cerro presenta una serie de modificaciones estructurales en la roca como consecuencia de la acción del viento y las arenas que ha creado un pequeño bosque de rocas, con formas curiosas y oquedades que producen sonidos dispares al movimiento del aire. Se trata, en suma, de la Huaca principal de los antiguos habitantes de la zona”

Hay cruces de camino que han cambiado de función, ya no está el viajante que echa al aire una pestaña o ceja, que coloca una ofrenda a los pies de la apacheta. Hoy los poblados han crecido y las distancias entre unos y otros se han acortado. Coligo -al observar las modificaciones arquitectónicas del entorno de las cruces de la Pampa de Larán, la Pampa de Hijaya y la del camino a Grocio Prado- que estas otrora cruces de camino tienen nuevos usos. Se han convertido en espacios cercados, en tránsito a cultos católicos oficiales.

Atardece. Mientras el camino negrea interminable, la niebla de las estribaciones andinas a mi derecha se oscurece. A la izquierda, el sol bebe en las aguas… Hacia adelante, la aguja de la panamericana Sur apunta hacia la noche. Paisaje cartesiano que nos desplaza en permanente tránsito en cruz. A gran velocidad nos alejamos de Chincha, queda en la memoria el circuito de cruces: la colorida cruz de La Estrella, aquella saludando a la vida en Lurinchincha, la de camino que perdió su condición de apacheta y ahora congrega feligreses como en una parroquia, con púlpito y bancas. También, como un lucero ancestral, la de Chinchaycamac, sólo vestida con papel blanco… de pronto, timbra el celular: es Soledad Mujica, directora del Museo Nacional de la Cultura Peruana, pregunta cómo salió la comisión, si acaso el tiempo alcanzó. Así, en escasos segundos, transitan siglos de imágenes entrañables, imposibles de verbalizar en unas cuantas palabras; sólo atino a responderle: felizmente bien, hay buenas imágenes.



Fedora Martínez
2007